Los huertos urbanos están de moda. Probablemente todos hemos tenido alguna vez una planta en casa y hemos soñado con que los vecinos nos dejaran plantar tomates en la azotea y eso es precisamente lo que muchas comunidades de vecinos están haciendo.
Esta tendencia empezó a despuntar en España con el inicio de la crisis y poco a poco se han ido sumando más y más ciudades. La preocupación de los ciudadanos por la contaminación y el cambio climático también favorecen este fenómeno.
Entre los beneficios que tiene esta tendencia están proporcionar alimentos frescos, generar empleo, reciclar residuos urbanos o crear cinturones verdes en las ciudades pero en realidad su valor no es tanto lo que producen, al tratarse de cantidades relativamente pequeñas sino por la cantidad de gente que quiere participar para conocer cómo funciona realmente el sistema agrario. A esto se añaden otros valores que se adquieren de esta participación, como la ecología, la socialización, la integración de la ciudadanía o el incremento del sentimiento de pertenencia a un lugar.
Cuándo nacieron los huertos urbanos
En general los momentos de mayor auge de la agricultura urbana suelen estar relacionados con las crisis económicas, convirtiendo el huerto en una nueva forma de auto abastecerse.
El nacimiento de la agricultura urbana tuvo lugar a principios del siglo XIX. Las autoridades de países como Gran Bretaña, Alemania o Francia se vieron obligadas a ofrecer terrenos a los trabajadores con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los barrios obreros. Estos “huertos para pobres” ofrecían subsistencia, salud y estabilidad social, aliviando las condiciones de hacinamiento y falta de recursos de los barrios obreros. Para evitar que los obreros dejaran su trabajo por el huerto las autoridades controlaban el tamaño y tiempo de dedicación al huerto, prohibiendo además su producción, que solo podía destinarse al autoconsumo.
En los años 60 y 70 con motivo de la crisis energética y la recesión económica vuelven a surgir estos huertos urbanos con los que además del autoabastecimiento se empieza a buscar la integración de grupos sociales excluidos y el desarrollo de comunidades. En esos años se da a conocer un colectivo en Nueva York, Green Guerrilla, que ocupaba solares para aprovecharlos como huertos y embellecer los espacios. El movimiento fue todo un éxito que a día de hoy ha conseguido que Nueva York cuente con 700 jardines comunitarios y una red a escala nacional.
En Europa en la década de los setenta comienzan iniciativas similares, como el movimiento de Granjas Urbanas y Jardines Comunitarios de Gran Bretaña con el que no sólo se crearon huertos, también había cría de animales de granja y caballos en entornos urbanos.
Huertos urbanos en España
En España también surgieron huertos urbanos debido a la situación de precariedad que se vivía en los años 50 con la migración del campo a la ciudad. Pero por aquel entonces los ayuntamientos no incentivaron estas iniciativas, no lo hicieron hasta 1990, cuando empiezan finalmente a regular y fomentar el uso de terrenos municipales para la creación de estos huertos urbanos.
Aunque al principio eran más asociaciones y colectivos poco a poco se fueron uniendo también familias a esta tendencia con la idea de disfrutar del contacto con la naturaleza.
En el año 2015 en España se contabilizaron 20.000 huertos, aproximadamente 200 hectáreas de terreno. Aunque estos espacios se popularizan en ciudades grandes como Madrid o Barcelona, Andalucía y Comunidad Valenciana son los que más extensión tienen actualmente, un 20% y un 16% respectivamente de todos los huertos urbanos españoles. Por su parte, los huertos escolares ya son más de 2.000 en toda España.
En Madrid a día de hoy ya son 17 los terrenos municipales para cultivos que son gestionados por asociaciones vecinales y culturales, AMPAS, ONGs y otras entidades ciudadanas. El Ayuntamiento que dirige Manuela Carmena ha sumado a lo largo de este 2016 otros 29 terrenos y espera terminar el año con un total de 46 huertos en la capital.
En el caso de Barcelona comenzaron hace 20 años, en 1997, y hoy hay 15 terrenos enfocado en mayores de 65 años (hay 375 personas implicadas en esa franja de edad) y a entidades que trabajan con personas en riesgo de exclusión social. Las parcelas tienen entre 25 y 40 metros cuadrados y se adquieren por sorteo, los terrenos se ceden por cinco años con un periodo de prueba inicial de 6 meses.
Sevilla por su parte cuenta con el huerto urbano más antiguo de España, se llama Miraflores y comenzó en el año 1983. El espacio cuenta con 12 hectáreas de terreno y ha logrado el reconocimiento internacional como modelo de huerto en una urbe. Sevilla dispone actualmente de 11 huertos urbanos municipales y aproximadamente 1.000 familias se benefician de ellos.
Tipos de agricultura urbana
Aunque hemos hablado en general sobre los huertos urbanos dentro de esta categoría hay distintas tipologías:
- Huertos urbanos: pequeñas parcelas en las que se desarrollan tareas agrícolas, se utilizan métodos de cultivo ecológico y se asocian al consumo familiar.
- Huertos periurbanos: son grandes espacios agrícolas localizados en la periferia de las ciudades. Ayudan a reducir la huella ecológica de las ciudades y acercan un poco la ciudad y el medio rural.
- Huertos escolares: sirven para transmitir a los alumnos de los colegios valores ecológicos como la importancia de las plantas y de una alimentación sana.
- Huertos terapéuticos y de integración social: ayudan a mejorar la salud de personas con problemas sociales y médicos, por ejemplo con la desintoxicación de adicciones, la reinserción en la sociedad de personas con dificultades para relacionarse…
- Huertos vecinales: la ocupación de solares vacíos y terrenos degradados y su conversión en huertos ayuda a las comunidades de vecinos a estrechar lazos y fomentar las relaciones al generarse un sentido de responsabilidad hacia ese espacio y también de cooperación para lograr su buen funcionamiento.
Los beneficios del huerto urbano
Son muchos los beneficios que tienen los huertos urbanos pero entre ellos destaca especialmente su contribución a la mejora del paisaje urbano, enseñar a pequeños y mayores buenas prácticas de agricultura ecológica, fomentar el cultivo para el autoconsumo, rescatar las tradiciones agrícolas en la ciudad e incluso generar empleo.
Este tipo de iniciativas asimismo promueven el asociacionismo, la cultura cooperativista y también la conciliación intergeneracional, consiguiendo que personas de todas las edades trabajen juntos con un objetivo común. Individualmente este tipo de trabajo también tiene beneficios terapéuticos y sociales entre los participantes.
De cara al medio ambiente contribuyen a mitigar la contaminación atmosférica y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que conciencian a los ciudadanos sobre el reciclaje de residuos y producen un aumento de biodiversidad.
Después de conocer todos sus beneficios, ¿no te apetece formar parte de la creación y mantenimiento de uno de estos huertos urbanos?